jueves, 16 de marzo de 2017

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viernes, 17 de febrero de 2017

006 El gen egoista



(The Selfish Gene en inglés) es una obra divulgativa sobre la teoría de la evolución, escrita por Richard Dawkins en 1976.
En ella se interpreta la evolución de las especies desde el punto de vista del gen en lugar del individuo (si bien ambos puntos de vista, entendidos apropiadamente, son equivalentes1 ), a la vez que pone en evidencia la falsedad de los argumentos de la teoría de selección de grupos.
Según la teoría del gen egoísta, el gen es la unidad evolutiva fundamental. Mediante esta idea se pretendía poner fin a algunas confusiones creadas para explicar determinadas características físicas o conductuales de los seres vivos.
Examinando la evolución desde un punto de vista genético, se pueden explicar los fenómenos de Selección natural grupales. Este libro también es notable por introducir el concepto de meme.

Contenido

     La teoría de Dawkins establece que son los genes —y no los individuos— los agentes sobre los que opera la evolución. Dawkins redefine el concepto de gen como unidad informativa heredable que produce uno o varios efectos concretos, en tanto pueda existir otra unidad de información que produzca efectos distintos, denominada alelo, sin importar si se trata de un improbable gen aislado o de varios genes cooperativos; incluso es indistinto si un gen se corresponde con un cromosoma entero o con un fragmento.
     El egoísmo constituye una metáfora con la que Dawkins explica que la probabilidad de que un gen prospere, depende de su capacidad de adecuación al medio.
     Los organismos son, pues, meras máquinas de supervivencia para genes. Un gen de un organismo sigue existiendo si dicho ser se reproduce. Y, puesto que los genes son la base de la herencia en la reproducción sexual, los genes que proporcionen ventajas reproductivas para el individuo al que pertenezcan los alelos, tenderán a ser heredados por un número cada vez mayor de individuos.
     Una metáfora adecuada para la teoría del gen egoísta es una respuesta a la pregunta «¿Qué fue antes, la gallina o el huevo?». La respuesta, según la teoría del gen egoísta, sería que la gallina no es más que el medio en que los huevos se reproducen. Con estas premisas, Dawkins explica las relaciones sociales: la agresión, la guerra de sexos, el racismo, el conflicto generacional, e incluso la plausibilidad del altruismo.
     Como colofón de la obra, Dawkins acuña el concepto de meme como agente responsable de la transmisión cultural en el ser humano, análogo al concepto de gen y, por lo tanto, sujeto a las mismas reglas básicas de la evolución (el egoísmo entre ellas).

005 Meme

Richard Dawkins acuñó el término meme en su libro de 1976 titulado El gen egoísta.
Un meme1 es, en las teorías sobre la difusión cultural, la unidad teórica de información cultural transmisible de un individuo a otro, o de una mente a otra, o de una generación a la siguiente. 
Es un neologismo acuñado por Richard Dawkins en El gen egoísta (The Selfish Gene), por la semejanza fonética con «gene» —gen en idioma inglés— y para señalar la similitud con «memoria» y «mimesis».

004 El Centésimo mono. Bulo

Efecto del centésimo mono

El efecto del centésimo mono es un fenómeno en el que se supone que un comportamiento aprendido se propaga rápidamente desde un grupo de monos hasta todos los monos, una vez que se alcanza un número crítico de iniciados. Por generalización, se refiere a un fenómeno por el cual, una vez que una cierta parte de una población ha oído hablar de una nueva idea o aprendido una nueva habilidad, la difusión de dicha idea o habilidad entre el resto de la población se produce en forma instantánea, mediante algún proceso todavía desconocido.
El bulo (hoax) detrás de este supuesto fenómeno lo originó en 1975 el estadounidense Lyall Watson, que afirmó que el efecto se basaba en una observación realizada por «unos científicos japoneses».

003 Los 100 Monos, Otra versión

EL FENÓMENO DE LOS 100 MONOS, OTRA FALSEDAD DISFRAZADA DE CIENCIA.

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Dentro del vasto mundo del «misterio», de las sectas New Age, de los gurús  de «iluminación» o de superación personal, así como en el mundo del marketing y la publicidad, es muy común que  éstos promuevan una leyenda  conocida como «el fenómeno de los 100 monos», presentándola además como prueba «científica» de una conjetura conocida como «conciencia colectiva».
En el caso del New Age los promotores de la «conciencia colectiva» aseguran que si  se logra, ésta sirve para reducir la violencia y el crimen, pero que para lograrla es necesario que un grupo de «elegidos» se encuentren en un estado de meditación trascendental. En el caso del marketing, le dicen que: «siempre  hay un cliente “Número 100″ que va a ayudar a despegar tu emprendimiento desde “tu tablero de diseño” hasta “el deseo y la canasta del consumidor”».
El concepto de la «conciencia colectiva» básicamente establece que el pensamiento se puede transmitir telepáticamente de unas personas a otras, sobre todo en personas que se encuentran en un estado meditativo; por lo tanto, si un número suficiente de personas medita al mismo tiempo, se alcanza una especie de masa crítica, lo cual puede inducir un cambio en la conducta del resto de las personas a escala mundial, aunque estas no se encuentren meditando.
Dentro del circulo New Age, se han publicado varios libros al respecto, por lo que la leyenda se encuentra muy difundida, los más populares sin duda son Lifetide [la marea de la vida] (1979) del biólogo, botánico, zoólogo, antropólogo y etólogo  Lyall Watson, y El centésimo mono (1982), de Ken Keyes Jr., ambos libros han sido editados varias veces y vendido millones de ejemplares. Así mismo el biólogoRupert Sheldrake en su libro Nueva ciencia de la vida, (1981) afirma que los hábitos de conducta  se transmiten mediante «resonancias mórficas» que entran en sintonía con ciertos «campos morfogenéticos», en otros términos, que la leyenda de los 100 monos es «científicamente» cierta.
A pesar de la popularidad de los anteriores, el pionero en difundir el  concepto de los 100 monos fue el antropólogo Lawrence Blair, quien lo dio a conocer en su libro “Rhythms of Vision: The Changing Patterns of Belief” (Ritmos de la Visión: Cambios en los patrones de creencias) en 1975.
Si usted hace una búsqueda en internet sobre el fenómeno de los 100 monos, se encontrará miles de páginas  con distintas adaptaciones de esta leyenda, pero de manera general esto es lo que se dice:
 El fenómeno del centésimo mono.
En la década de 1950, unos científicos japoneses le dieron batatas a unos monos de Koshima dejándoselas en la playa, a los monos les gustaba el sabor de las batatas, pero no  el de la arena, por lo que cuando se las comían hacían muecas y escupían la arena de sus bocas. Cierto día, uno de los monos aprendió a lavar las batatas y le enseño a los demás. Cuando aprendieron unos 100 monos –la llamada masa crítica ̶  a lavar su alimento, de manera repentina todos los monos sin excepción sabían lavar batatas; y para mayor asombro de los científicos, incluso colonias enteras de monos que se encontraban en otras islas a cientos de kilómetros de Koshima, comenzaron a lavar sus batatas sin que nadie se los enseñara.
Fue entonces cuando los científicos llegaron a la conclusión de que cuando un cierto número de seres alcanzan un cierto nivel de entendimiento sobre un nuevo concepto, este concepto se comunica mentalmente entre los individuos de la misma especie. En este caso el fenómeno fue bautizado como “del Centésimo Mono” y establece que cuando un cierto número de personas gana un cierto estado de conocimiento y lo esconden de los demás, ese conocimiento o concepto permanecerá escondido y no se expandirá a los demás. Por el contrario, si la comunicación es mentalmente abierta y provee la expansión a todas las personas de un concepto útil, se crea un espacio de conciencia al cual tienen acceso más y más individuos y del cual cada uno puede obtener su propia lección, en concordancia.
Ahora, lo primero que hay que preguntarse es, si éste fenómeno llego realmente a ocurrir, y la respuesta es simple: NO, jamás ocurrió.
Este concepto del centésimo mono,  el Dr. Michael Shermer ya lo desmintió en su libro: “Por qué creemos en cosas raras: Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo.”, por lo que a continuación un extracto de algunos argumentos de Shermer.
En 1952 unos primatólogos dieron a unos macacos unas batatas para evitar que asaltaran las granjas vecinas. Un mono aprendió a lavar las batatas en el mar y otros monos aprendieron a imitarle.
Ahora, en el libro Lifetide de Lyall Watson, él admite que «hay que hilvanar el resto de la historia a partir de diversas anécdotas personales y de retazos de folclore de los primatólogos, porque la mayoría todavía no están seguros de que ocurrió. Así que me veo obligado a improvisar los detalles» y a continuación especula: «un número indeterminado de los monos de Koshima lavaban batatas en el mar», lo cual no alcanza el nivel de precisión que cabe esperar. Luego declara: «Digamos, por mor de nuestra argumentación, que eran noventa y nueve y que a las once en punto de un martes, un nuevo converso se sumó al grupo igual que habían hecho los demás. Pero, al parecer, con la adición de este centésimo mono se cruzo cierto umbral y ello permitió alcanzar una especie de masa crítica». En este punto, afirma Lyall Watson, da la impresión de que la habilidad recién adquirida «salto las barreras naturales y surgió de forma espontanea en otras islas».
Detengámonos aquí. Los científicos no «improvisan» los detalles ni hacen conjeturas a partir de «anécdotas» y «retazos de folclore». En realidad hubo un número de científicos que estudiaron lo que ocurrió exactamente (por ejemplo, Baldwin et al., 1980; Imanishi, 1983; y Kawai, 1962). La investigación comenzó con un grupo de veinte monos en 1952, y todos los monos de la isla fueron objeto de una observación muy detallada. En 1962, el grupo aumentó a cincuenta y nueve, de los cuales treinta y seis lavaban las batatas. La adquisición «repentina» del hábito tardó en realidad diez años, y, en 1962, los «cien monos» no pasaban de treinta y seis. Además podemos especular sin fin sobre lo que sabían los monos, pero lo cierto es que no todos los monos del grupo adquirieron el hábito de lavar las batatas. Los treinta y seis monos no fueron una masa crítica ni siquiera dentro de la isla.
Y si bien hay informes de que en otras islas se produjeron conductas similares, las observaciones se realizaron entre 1957 y 1963. El fenómeno no ocurrió de forma súbita y no estaba necesariamente conectado con Koshima. Es posible que los monos de otras islas descubrieran una habilidad tan simple solos, o quizá les enseñaran los habitantes de esas otras islas. En cualquier caso no sólo no hay pruebas que respalden el fenómeno del centésimo mono, sino que además el fenómeno no se produjo. (Shermer, M. óp. cit., págs. 58, 59, 60)
El fenómeno del centésimo mono, como toda afirmación extraordinaria, tiene afirmaciones sinónimas por lo que a este concepto también se le puede encontrar como “efecto maharishi”, “Proyecto conciencia global”, “efecto cuántico evolutivo”, “teoría de la resonancia metamórfica”, “teoría de Jung del inconsciente colectivo”, etc.
A pesar de que los promotores del fenómeno del centésimo mono tienen una formación científica, éste concepto NO tiene ninguna validez científica. Así mismo, resulta peculiar el caso del Dr. Rupert Sheldrake quien  a través de los años ha realizado decenas de experimentos públicos online tratando de demostrar su hipótesis de la telepatía, los resultados siempre han sido negativos,  sin embargo el sigue insistiendo en la validez de  su hipótesis, esto le ha generado  un ostracismo por parte de la comunidad científica y con justificada razón, pues hay que recordar  que negar la evidencia no es ciencia, y que por el contrario es pseudociencia.
CURIOSIDAD
A éste fenómeno del centésimo mono, muchas personas lo relacionan de manera errónea con una anécdota del filosofo Edgar Morin, el cual en un ensayo de comunicación, él mencionaba un tercer principio de intercomunicación entre especies semejantes, dando para ello un ejemplo curioso:  la comunicación entre arboles, donde a un árbol se le quitan todas las hojas, reaccionando de manera previsible al segregar una sustancia que lo protege contra parásitos al no tener hojas, la curiosidad que él mencionaba es que otros árboles de la misma especie que se encontraban cerca del árbol,  sin que les hayan quitado las hojas, también segregaban esta sustancia. Pero era únicamente eso, un ejemplo curioso, no un dato científico.
Por cierto que éste misterio de los arboles “parlantes”, ya ha sido mencionado en diversas publicaciones, esta es la cita de la revista Quo:
“Se avisan entre ellos de un peligro inminente, pero no sabemos cómo. El químico y zoólogo estadounidense Davey Rhoades quien infectó a un grupo de sauces con orugas tóxicas. El efecto de esta oruga es que el árbol se proteja de una posible plaga para lo que cambia la composición química de sus hojas elevando el nivel de ácido clorogénico, de modo que a las orugas les resulte tóxico y mueran.
Lo raro llegó después, cuando Rhoades comprobó que un grupo de sauces cercanos, que no había sido infectado por las indeseables orugas, también elevó su nivel de ácido clorogénico en las hojas, en respuesta a un posible e inminente ataque. Pese a que aún no se sabe si la comunicación fue activa (disparada por el ataque de las orugas) o pasiva (percibida de algún modo por los sauces no infectados), los expertos aseguran que hubo algún tipo de comunicación entre los sauces del bosque. Un lenguaje silencioso para el oído humano.”
Aquí en este caso, tiene más sentido una hipótesis de interacción química entre  hormonas vegetales, que la hipótesis de transmisión telepática de la consciencia que establece el fenómeno del centésimo mono, lo cierto es que éste fenomeno biologico de los arboles “parlantes” continua siendo un misterio genuino de la ciencia, como para llegar a la conclusión apresurada de que se trata de un fenomeno de “telepatia”, tal como lo han hecho ya muchas personas.
Referencias:
[1] Shermer, Michael, 2009. Por qué creemos en cosas raras. Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo. Ed. Alba editorial. Barcelona, España.

002 Teoria de los Campos mórficos

Rupert Sheldrake es el bioquímico británico que postuló la hipótesis más revolucionaria de la biología contemporánea: la de la Resonancia Mórfica.
Las mentes de todos los individuos de una especie -incluido el hombre- se encuentran unidas y formando parte de un mismo campo mental planetario. Ese campo mental -al que denominó morfogenético- afecta a las mentes de los individuos y las mentes de estos también afectarían al campo. “Cada especie animal, vegetal o mineral posee una memoria colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie y a la cual conforman”, afirma Sheldrake. De este modo si un individuo de una especie animal aprende una nueva habilidad, les será más fácil aprenderla a todos los individuos de dicha especie, porque la habilidad “resuena” en cada uno, sin importar la distancia a la que se encuentre. Y cuantos más individuos la aprendan, tanto más fácil y rápido les resultará al resto.
El campo donde está conectada la información genealógica lo describe Rupert Sheldrake desde un punto de vista cuántico: “Existen en la naturaleza unos campos llamados Morfogenéticos, los cuales son como estructuras organizativas invisibles que moldean o dan forma a tales cosas como plantas o animales, que también tienen un efecto organizador en la conducta”.
Estos campos Morfogenéticos contienen información recopilada de toda la historia y la evolución pasada, algo a la manera de la “memoria racial” de Freud o el “inconsciente colectivo” de Jung o el “circuito neurogenético” de Timothy Leary. La resonancia mórfica, el principio de memoria colectiva, se puede aplicar al estudio del árbol genealógico. Cada familia tiene su propia memoria colectiva a la que todos sus miembros están conectados y tienen acceso.
La transmisión intergeneracional ocurriría pues en este campo mórfico, pues hay una memoria común compartida por todos los miembros del clan, hayan o no convivido en las mismas coordenadas espaciotemporales.
¿Esto podría ser otra forma de entender el inconsciente colectivo y el inconsciente familiar? ¿Daría respuesta al por qué los secretos y los no dichos de una generación ejercen ese tremendo efecto en las siguientes?
Claudine Vegh decía que “…vale más saber una verdad, aun cuando sea difícil, vergonzosa o trágica, que ocultarla, porque aquello que se calla, es subordinado o adivinado por los otros y ese secreto, se convierte en un traumatismo más grave a largo plazo”.
Anne Ancelin Schützenberger lo ha estudiado a fondo: “Los duelos no hechos, las lágrimas no derramadas, los secretos de familia, las identificaciones inconscientes y lealtades familiares invisibles” pasean sobre los hijos y los descendientes. “Lo que no se expresa por palabras se expresa por dolores”.
¿Podemos los descendientes modificar esa información almacenada en el campo? “La sanación del árbol consiste en quitar la repetición, comprenderla, o repetirla en una forma positiva”, nos responde Alejandro Jodorowsky.
Fuente original: Blog Plano sin fin